El
okapi es el último gran mamífero descubierto
en África. Es un animal de selva que vive solitario o en parejas en
una zona muy restringida de Zaire, entre los ríos Uëlle e Ituri y
en las selvas de Aruwimi.
El
pelo es corto, de color rojizo muy oscuro en el cuello y el tronco,
la cabeza más clara, con una franja oscura entre los orificios
nasales, y las patas negras con franjas blancas transversales.
Alcanzan 1,80 metros de altura en los hombros, y llegan a pesar entre
200 y 300 kilogramos.
Los
machos presentan entre dos y cuatro pequeños cuernos cubiertos de
piel, aunque a veces asoman las puntas.
La
lengua del okapi es muy larga y prensil, lo que le permite conseguir
las hojas de los árboles y arbustos de las que se alimenta. Además,
la gran flexibilidad del cuello, le permite alcanzarse todas las
partes del cuerpo para su aseo.
Se
alimentan de una enorme variedad de productos vegetales (hojas,
tallos, frutos...) de más de 100 especies diferentes.
Son
animales solitarios que de forma ocasional se encuentran en pareja o
en pequeños grupos familiares. Las hembras paren una única cría
tras una gestación de unos quince meses. Durante los primeros años
de vida, los okapis emiten una amplia gama de sonidos para
comunicarse con sus progenitores, pero los adultos tienden a ser
mudos, excepto los machos que buscan pareja.
El
okapi es el pariente vivo más próximo de la jirafa,
y se puede considerar como un fósil viviente, por su parecido con
los primeros jiráfidos
aparecidos
en el Mioceno.
Las
primeras noticias del okapi en occidente se deben a Henry Morton
Stanley, el famoso explorador del río Congo, que en 1890 refería en
su diario el relato de los nativos Wambutti sobre un misterioso
animal similar a los caballos
de
los exploradores, pero de menor talla. Pero fue Sir Harry Hamilton
Johnston el que envió las primeras pieles a la Sociedad Zoológica
de Londres, y a él dedicó Sclater la descripción de la especie.
Fue originalmente bautizado como Equus
johnstoni pensando
que se trataba de una especie de cebra,
pero pronto se comprobó que sus huellas tenían dos dedos, como las
de los artiodáctilos
y
el estudio de dos cráneos enviados a Londres determinó su similitud
con las jirafas.
Los
okapis están amenazados de extinción por lo reducido de su hábitat
natural, que además corre riegos de destrucción progresiva y por la
caza.
Muy interesante colega :)
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